CUENTAMUNDOS 2019, se une al
V CENTENARIO de
LA PRIMERA VUELTA AL MUNDO.
La verdadera historia de la
primera vuelta al mundo: así se convirtió Elcano en leyenda
Historia
'El regreso
a Sevilla de Juan Sebastián Elcano', obra de Elías Salaverría (1919).
El quinto centenario del viaje que inició la globalización en 1522 después
de enlazar el Océano Atlántico, el Pacífico y el Índico reivindica la figura
del marino de Guetaria, quien concluyó la travesía iniciada por el portugués
para la Corona española.
«Flacos como jamás hombres estuvieron».
Con estas palabras describió Juan
Sebastián Elcano el estado de los 17 hombres que
junto a él descendieron de la nao Victoria el 6
de septiembre de 1522 en Sanlúcar de Barrameda. Hace exactamente un siglo, el
guipuzcoano Elías Salaverría atrapó sobre el lienzo las miradas perdidas de
aquellos marineros que, ya en Sevilla, iluminados por la temblorosa luz de unos
velones, dejaron atrás las tablas del barco y se dirigieron descalzos hacia la
iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, en acción de gracias, después de haber «dado la vuelta a toda la redondeza
del mundo».
La expresión corresponde de nuevo a
Elcano. Como ocurriera en 1919, el año que ahora arranca ofrece la posibilidad
de conmemorar una fecha redonda: los 500 años desde que cinco naves bajaran por
el Guadalquivir para comenzar un viaje histórico. Tres años después de la
botadura fluvial, el espectral conjunto
de hombres aludido regresó a España después de circunnavegar la Tierra.
En el contexto de tan importante
aniversario, se ha desatado una pequeña tormenta, tan académica como
diplomática, al saberse que Portugal ha tratado de obtener, por parte de la
Unesco, el reconocimiento de la Ruta Magallanes como
Patrimonio de la Humanidad. La iniciativa, en
marcha desde hace años, convertiría a Elcano en un mero continuador de un viaje
cuyo mérito cabría atribuir a Magallanes, portuense de nación. Según la
interpretación portuguesa, la gesta del de Guetaria vendría impulsada por una
suerte de inercia debida a Magallanes. Sea como fuere, el desajuste
interpretativo ofrece una magnífica oportunidad de regresar a lo ocurrido hace
medio milenio.
Insatisfecho con el trato recibido por
la corona portuguesa, Fernando de Magallanes, que ya había navegado hasta la
India, ofreció sus servicios a Carlos I. El ir y venir de pilotos y navegantes
se recortaba sobre el fondo del Tratado de Tordesillas de 1494, que había
dividido la esfera terráquea en dos mitades, con las islas de Cabo Verde como
referencia fundamental. A 370 leguas al oeste de ese archipiélago se estableció
un meridiano de demarcación que dio lugar a una polémica en el Pacífico, a
propósito del lado -español o portugués- en el que caían las Molucas.
En un momento en el cual se creía que el
diámetro del planeta era inferior al real, era obligado tratar de fijar tan
lucrativo enclave. Todo ello determinó que desde España se impulsara una armada
que buscaba un fin muy diferente al que ahora se celebra. Las cinco naves tenían como principal misión la
búsqueda de un paso natural a través del Nuevo Mundo que acortara el viaje
hacia la Especiería. Una vez descubierto el estrecho, las
naves capitaneadas por Magallanes debían dirigirse al Maluco, surcando en todo
momento aguas españolas.
Si estos eran los principales objetivos,
entre los cuales no se hallaba la vuelta al mundo, hay que señalar, en relación
a la autoría del proyecto, que fue el poderoso mercader burgalés de origen
converso, Cristóbal de Haro, dedicado al negocio de las especias, quien aportó
la mayor parte de los 1.592.769 maravedíes que dieron viabilidad al viaje de un Magallanes
que era ya súbdito del rey Carlos. Fue el monarca español quien el 22 de marzo
de 1518 firmó en Valladolid unas capitulaciones muy favorables a Fernando de
Magallanes, que recibió los títulos de capitán general de la expedición,
adelantado y gobernador de las tierras que descubriera.
PORTUGAL,
POR LA VÍA DIPLOMÁTICA PRIMERO, Y POR OTRAS DESPUÉS, TRATÓ DE ABORTAR LA
PARTIDA DE LOS BARCOS
Haro no estaba solo, pues contó con el
apoyo de los Welser y del poderoso Fonseca, obispo de Burgos. Por otro lado,
aunque había tenido grandes intereses comerciales en Lisboa, el hundimiento de
una flota dedicada al tráfico de esclavos negros por parte del portugués
Lusarte había provocado su hostilidad hacia el reino vecino. Si estos fueron
los fines y los principales apoyos financieros del proyecto, en lo que respecta
a la composición de la tripulación de las naves, las proporciones vuelven a
decantarse claramente hacia el lado español, que aportó dos tercios del total
de hombres. Apenas 24 portugueses subieron a los
barcos dentro de un total aproximado de 250 marineros.
Pese a la cuidada preparación y la
nitidez del plan que había de seguirse, la flota, en la que Elcano se integró
como contramaestre de la Concepción, encontró dificultades incluso antes de
soltar amarras, lo cual demuestra hasta qué punto las dudas en relación al
diámetro de la Tierra afectaban tanto a portugueses como a españoles. Prueba de
ello es el hecho de que, ante la posibilidad de que las Molucas cayeran dentro
de la demarcación española establecida en Tordesillas, los portugueses, por la vía diplomática primero
y por otras más expeditivas después, trataron de abortar la partida de los
barcos.
Tras dejar atrás la península,
Magallanes hizo escala en enclaves que consideraba situados dentro del lado
español. Entre ellos estaba el Río de la Plata, ya descubierto por Juan Díaz de
Solís mientras buscaba el anhelado paso hacia el Pacífico. La condición fluvial
de esas aguas obligaba a seguir hacia el sur, hacia un rumbo tan desconocido
como gélido.
Ante la prolongada estancia en Puerto de
San Julián, no tardó en urdirse un complot en el que
participaron tanto españoles como portugueses.
El 7 de abril de 1520 Gaspar de Quesada, capitán de la Concepción, fue
decapitado y descuartizado, mientras Juan de Cartagena y el fraile Pedro
Sánchez Reina quedaron desterrados en una isla en la que hallaron su final.
Superadas innumerables dificultades, el estrecho ante el que se abría la Mar
del Sur, apareció por fin.
En medio de la inmensidad oceánica
descubierta por Núñez de Balboa, la flota, con la excepción de la San Antonio, que regresó a España y de la Santiago, que naufragó, alcanzó la que llamaron Isla de
los Ladrones, hoy Guam. Esta escala fue la primera de una larga serie en la que
Magallanes trabó relaciones con los reyes locales e intentó implantar el
cristianismo. En Mactán, una lanza segó la vida del
almirante, al que sucedió el débil Lopes
Carvalho.
Ante la inoperancia de Lopes, Gonzalo Gómez de Espinosa tomó el mando y Juan Sebastián Elcano la
capitanía de la Victoria. Ambos decidieron
dirigirse a Tidore, donde reinaba un musulmán que llamaron Almanzor, para
obtener especias. Estando allí, el portugués Pedro Alfonso de Lorosa alertó del
riesgo que corrían por la cercanía de una factoría establecida por sus
compatriotas. Era necesario abandonar Tidore y fue entonces cuando se produjo
un giro trascendental.
Con las naves cargadas de clavo y
dispuestas para zarpar, se detectó una vía de agua en la Trinidad. Los trabajos
de reparación y carenado llevarían mucho tiempo, por lo que la Victoria partió,
pero no hacia el Darién dominado por los españoles, sino en una dirección
opuesta, hacia la demarcación portuguesa. Empujada por los vientos que soplaban
en aquella dirección, la nave pilotada por Elcano puso su proa hacia España
abriéndose paso entre los mares portugueses.
Una vez reparada, la Trinidad trató sin éxito de cruzar el Pacífico.
Los vientos desfavorables y una recia tempestad le impidieron seguir la
corriente de Kuro Siwo que en 1565 sirvió a Andrés de Urdaneta para establecer
el camino de regreso de Asia a América, el llamado Tornaviaje, que permitió la
puesta en marcha del Galeón de Manila con el que Oriente, Nueva España
mediante, estableció un crucial nexo comercial con Europa. Después de navegar
durante meses, la Trinidad, en su regreso a las Molucas, cayó en manos
portuguesas, en las que sus escasos supervivientes permanecieron cautivos
durante años.
Por su parte, la Victoria, capitaneada
por Elcano, navegó durante meses sin tocar tierra hasta remontar el cabo de
Buena Esperanza. Cuenta Pigafetta que aquellos
hombres se movieron más por el honor que por la vida, con un único objetivo:
volver a su patria. Por el camino, muchos encontraron en
el mar su última morada. Desesperados, atacados por el hambre y las
enfermedades, decidieron tocar las islas de Cabo Verde, haciéndose pasar por
viajeros que regresaban de América. Fue allí donde tuvieron constancia de la
realidad de su vuelta completa a la Tierra, al observar que mientras ellos
creían hallarse en el día 9 de julio de 1522, los portugueses decían vivir un
día más tarde. Un par de meses después, los supervivientes celebraron en
Sevilla la procesión que encabeza nuestro escrito.
Hecha esta sucinta descripción de tan
prodigiosos hechos, el factor portugués queda ajustado a sus justos y
minoritarios términos. La empresa tuvo el inequívoco sello español, pero fueron
las complejas circunstancias que la envolvieron, las que propiciaron una
decisión, la de Elcano y sus compañeros, con la que aquellos hombres, como
tantos otros de su tiempo, buscaron alcanzar la fama. El lema concedido por
Carlos I al de Guetaria: Primus circumdedisti me -El
primero que me circundaste-, no deja lugar a dudas de quién abrió aquella ruta
circular, por más que 500 años más tarde, en los tiempos del consenso y el
diálogo, una iniciativa conjunta, nombrada con el término geográfico «Península
Ibérica», trate de repartir, democráticamente, los méritos de aquel viaje que
Portugal trató en vano de impedir.
Iván Vélez es el autor de Sobre la leyenda negra y El mito de Cortés, ambos publicados por la editorial
Encuentro.
La
candidatura en la Unesco, el último encontronazo
POR
JOSÉ MARÍA ROBLES
La autorizó Carlos I, la financió un mercader
de Burgos, salió y concluyó en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y la mayoría de
los marineros que la protagonizaron habían nacido aquí. Existen pocas dudas de
la participación de España en la primera
vuelta al mundo. Y sin embargo, su papel ha estado a
punto de ser reducido a la irrelevancia en el quinto centenario de la
circunnavegación de la Tierra, después de que Portugal la reclamara como gesta propia en su
candidatura a Patrimonio de la Humanidad.
Sólo una mínima cita al marinero vasco Juan Sebastián Elcano en los documentos
oficiales presentados en 2017 por Lisboa a la Unesco dejaba entrever, casi de
forma anecdótica, que aquella empresa no fue sólo lusa.
La polémica por el copyright de la expedición Magallanes-Elcano ha
estado a punto de convertir un relato de aventuras en otro de piratas. El
ministro de Asuntos Exteriores, Josep
Borrell, compareció el pasado miércoles junto a
su homólogo portugués para anunciar que la candidatura se planteará finalmente
como un reconocimiento patrimonial conjunto.
«Espero que queden disipadas todas las
dudas o especulaciones de descoordinación, porque vamos a ir de la mano a todas
partes», señaló entonces Borrell sobre las críticas contra el Ejecutivo por su
pasividad en la reivindicación del episodio.
El jefe de la diplomacia española
presentó la iniciativa como «un
tributo de la Península Ibérica» y
confirmó que España y Portugal conmemorarán a la par el aniversario. Y la
intención es que al programa de actividades se sumen más países en los que la
tripulación tocó tierra, como Filipinas, Argentina y Chile.
Dicha vocación internacional contrasta
con el intento de apropiación portuguesa de una hazaña cuya importancia es,
sobre todo, simbólica: abrió una nueva ruta marítima y, de alguna manera,
inauguró la era globalizada.
Como Cristóbal Colón, Magallanes acudió a la Corona española en busca de
fondos o prebendas tras no conseguir ni lo uno ni lo otro en su propio país. ¿Cuándo comenzó Portugal a desespañolizar la
travesía de su navegante más ilustre? Su candidatura echó a andar en 2015,
impulsada por el alcalde de la vila natal de Magallanes (Sabrosa). Dos años más
tarde, fue incluida en la Lista Indicativa de la Unesco, una relación previa
que cada país elabora con sus candidatos a ser declarados Patrimonio de la Humanidad.
Y el año pasado, la comisión creada a propósito del festejo aún insistía en su
primera nota de prensa en obviar la
aportación del vecino.
El director del Instituto
Cervantes, Luis García Montero, quiso mediar la semana pasada al declarar que «sería
un error» que ambos países «se empeñaran en viejas nostalgias
imperialistas». Papel ha contactado con la
Comisión Nacional para la conmemoración del V Centenario de la expedición de la
primera vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, y
los ministerios de Exteriores y Cultura para preguntar qué ha llevado al
Gobierno a rectificar su posición con respecto a este tema, pero no ha recibido
respuesta.
La epopeya de la flota comandada primero
por Magallanes y luego por Elcano comenzó el 20 de septiembre de 1519 y
concluyó el 6 de septiembre de 1522. Lo curioso es que en ese tiempo a bordo de
la carabela y las cuatro naos que zarparon lo de menos pareció ser la
nacionalidad. A Sanlúcar de Barrameda arribaron Elcano y 17 héroes más: cuatro griegos, dos italianos, un alemán, un portugués
y nueve españoles. Pero fue una única masa de hombres la
que desafió a los mares más bravos del planeta para tocar la gloria.
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