"Volver la vista hacia la historia es
mirarnos a nosotros mismos, y sobre todo
comprender al conjunto de los seres humanos sin escisiones"
Este año se celebra el primer milenio
de la fundación del reino de Granada y desde este blog queremos hacer un
pequeño homenaje a esta ciudad a través de algunos relatos, cuentos y leyendas
que versan sobre ella, la que bien pudiera ser, por su belleza, escenario de
las Mil y Una Noches.
Los cuentos transmiten valores, formas
de vida, sentir… de una civilización a otra, ayudándonos a comprender lo que
comparten y pueden compartir las diversas culturas.
“¡Y después...! que las leyendas
de los antiguos sean una lección para los modernos, a fin de que el hombre
aprenda en los sucesos que ocurren a otros que no son él. Entonces respetará y
comparará con atención las palabras de los pueblos pasados y lo que a él le
ocurra y se reprimirá.
Por esto ¡gloria a quien guarda
los relatos de los primeros como lección dedicada a los últimos!”
Las Mil y Una Noches (anónimo)
EL ESCUDO DEL REINO NAZARÍ DE
GRANADA
Este lema dicen se remonta a la respuesta
que según algunos Alhamar, fundador de la dinastía nazarí,
dio a los cristianos que tras la batalla
de las Navas de Tolosa, en 1212 gritaban: «¡Vencedor, Vencedor!», a lo que Alhamar respondió:
«Sólo hay un vencedor, y es Dios».
¡Sólo Dios es Vencedor!, lema de la
dinastía nazarí, en una pared de la
Alhambra
EL PATIO DE LOS LEONES
Hubo una vez, hace ya
bastantes años, una princesa árabe. Era bella, inteligente y sensible; pero su
padre, el rey, era todo lo contrario: frío, cruel, malvado, tacaño y le gustaba
mucho hacer daño. La princesa, junto a
su padre, viajó a Al-Andalus, y se alojó en la Alhambra de Granada.
Al rey, solo con pisar
Granada, le entraban nauseas; mientras que a la princesa cada paso que daba le
parecía un sueño. Zaira, que así se llamaba la princesa, se sentía más
granadina que africana, ya que su país le parecía un infierno.
El rey, puesto que era muy celoso le prohibía a Zaira salir a la calle y relacionarse con la gente. Solo tenía la compañía de un talismán que le colgaba del cuello.
El lugar en el que mas tiempo pasaba la princesa, era un patio muy iluminado, donde un día se saltó un muchacho, y le dijo que la había visto desde afuera y la quería mucho; ella le respondió que también lo quería, pero que se fuera, porque como lo viera su padre o uno de sus 11 hombres, le cortaría la cabeza. Entonces se fue el muchacho con la promesa de volver. El día en el que volvió, Arturo, que así se llamaba el muchacho, el rey lo vio y lo encerró en las mazmorras. Poco después la princesa, abatida, porque su amado podía morir, encontró en una habitación, el diario de su padre. Pensó que no debía leerlo, algo en su interior la impulsaba a abrirlo. Lo hizo y en una de las páginas del diario, que fue‚ escrita cuando ella tenía tan solo un año de edad, leyó lo siguiente: "Ya he matado al rey y a la reina. De la princesa Zaira me he apiadado. Gracias a mis 11 hombres, he conseguido ocupar el trono. Espero que la princesa no se entere nunca del maleficio de su talismán. Ahora ella creerá que yo soy su padre." Zaira, confusa, llamó al rey, a sus 11 hombres y los reunió en el patio donde ella solía estar. Llorando, le preguntó al rey si lo que había leído era verdad. El rey, convencido de que con sus 11 hombres al lado, Zaira no podía ni tan siquiera tocarlo, le dijo que era verdad. En ese mismo instante, Zaira, tuvo un recuerdo. Recordó que su madre, le había echado un maleficio a su talismán que decía que cuando Zaira supiera la verdad, al rey y a sus 11 hombres, les pasaría algo terrible.
Entonces el amuleto se activó. Zaira, sentía que en ese momento, la rabia de un león, y eso dio lugar a que el talismán convirtiera al rey y a sus 11 hombres, en leones de piedra. Desde entonces, a ese patio se llama el "Patio de los Leones" y su fuente tiene 12 leones alrededor que son el rey, y sus 11 hombres, que al ser convertidos en leones de piedra llevan ahí desde entonces. Después de aquello, Zaira rescató a Arturo y vivieron felices para siempre
"Quiso
volver su vista atrás para echar una última mirada a su reino perdido, y desolado, lloró
como un niño..."
Cuenta
la leyenda que Boabdil (Mohamed Abu Abdalahyah), un pacifista y el último rey
de los moros, se rindió en Granada sin luchar contra el Rey Fernando y la Reina Isabel de
España en 1492. Tras arrebatar los Reyes Católicos el último reducto de la
dominación musulmana a Boabdil ; el rey moro y su séquito fueron
desterrados de Granada. Los monarcas Católicos exiliaron a Boabdil e
inmediatamente izaron la bandera de la España cristiana sobre la Alhambra , señalando el
fin del último reino musulmán de la Península. Se les cedió un pequeño territorio en
las áridas Alpujarras, donde aguantarían aún unos años.
Camino
a su destierro, Boabdil no se atrevía a girar la mirada hacia Granada, y sólo
cuando estuvo lejos, hizo una pausa en su camino, sobre la colina conocida por
El Suspiro del Moro, y observando por última vez su palacio y la bella ciudad
que había perdido, suspiró, y rompió a llorar. Su propia madre, Ayesha, llena
de sorpresa y furia, le reprochó sus lágrimas exclamando: "Llora como
mujer lo que no has sabido defender como hombre".
No es difícil entender el porqué del llanto de Boabdil. Las lágrimas que derramó eran la constatación de que iba a abandonar un paraíso en
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